jueves, febrero 22, 2007

BANDERAS DE NUESTROS PADRES. SANGRE Y LÁGRIMAS EN IWO JIMA.

A lo largo de los últimos años Clint Eastwood se ha afianzado como director de calidad gracias a películas tan personales como Los Puentes de Madison, Un Mundo Perfecto, Mystic River o la multipremiada y por todos conocida Million Dollar Baby. Banderas de Nuestros Padres supone una nueva sorpresa para el público de Eastwood. Se trata de una película bélica de corte anti-belicista, que recrea de forma fiel un episodio de la Segunda Guerra Mundial casi olvidado en el cine del Hollywood más reciente: la batalla de Iwo Jima, que fue a todas luces un episodio sangriento y muy duro; una auténtica carnicería ubicada en un paraje parecido a lo que debe ser el mismísimo infierno: una isla volcánica desolada por tres días de bombardeo intensivo.


A través de los ojos de un pequeño grupo de soldados aliados, seremos testigos de las penurias que forzosamente han de sufrir todos aquellos que se ven envueltos en una guerra que se les escapa de las manos.

Eastwood ha escogido, de forma muy acertada, contar esta historia usando 2 líneas temporales que se superponen en momentos concretos, introduciendo las hiperrealistas (y en ocasiones bastante duras) escenas de batalla en forma de flashbacks que vienen a la mente de los protagonistas durante momentos personales bastante delicados y dolorosos, mientras el gobierno de los EEUU monta todo un circo mediático con la finalidad de financiar una guerra económicamente insostenible (y que más adelante terminaría abruptamente con uno de los episodios más terribles de la historia: el uso de las primeras bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki), a partir de una foto que dio la vuelta al mundo: una escena en la que un grupo de soldados americanos clavaba la bandera de su nación en el suelo gris de Iwo-Jima.

La cinta arranca y se desarrolla haciendo gala de un estilo inédito en la filmografía del director. Sin embargo, a medida que nos acercamos al final, la historia acaba por ser un relato más personal e intimista, elaborado con cariño y de forma más artesanal; impregnado todo ello en esa música tan característica que compone el propio Eastwood para muchas de sus obras cinematográficas.

Lo mejor del film de Eastwood es la radiografía personal que hace a los soldados protagonistas, los cuales son tratados como héroes muy a su pesar. Es esta una historia de héroes cobardes, héroes valerosos, héroes con miedo y, en definitiva, héroes vulnerables. Aquí se manifiesta una dualidad extrañamente dolorosa y a la vez reconfortante: en una guerra no hay personajes heróicos, sólo personas normales que se enfrentan a una situación que los supera. Y el enorme sacrificio que supone esta situación, los convierte a todos en héroes por derecho propio.

Esta pequeña obra maestra del señor Eastwood pasa a engrosar la diminuta lista de cine bélico relativamente reciente que realmente vale la pena ver; un puñado de películas imprescindibles tanto si se ama como si se odia el género:
- La Delgada Línea Roja (The Thin Red Line).
- Enemigo A Las Puertas (Enemy At The Gates).
- Salvar al Soldado Ryan (Saving Private Ryan).
- Santos Y Soldados (Saints And Soldiers).

Tras Banderas de Nuestros Padres llega Cartas desde Iwo Jima, o la historia contada desde el bando japonés; una película que ya ha recogido algún que otro premio importante y está siendo comparada con el cine de Kurosawa. Aunque ha tardado un poco en llegar, seguro que la espera habrá merecido la pena. Os mantendré informados...

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